El silencio es la ausencia de sonido. Sencillamente eso.
El silencio cumple un papel fundamental en la acústica, incluso también en otras áreas relacionadas como la bioacústica o la arquitectura, por ejemplo. Por citar casos concretos, a la bioacústica le puede interesar estudiar el papel del silencio en procesos de crecimiento, al mismo tiempo de que a un arquitecto le puede importar el hecho de cómo evitar la propagación del sonido para así conseguir hacer un estudio de grabación acústicamente aislado.
Debido a la diversidad de planos en los cuales puede estar involucrado el silencio, se ha buscado la forma de estudiar más profundamente este fenómeno. Allí surgen, entonces, las clasificaciones.
Por más de que no lo imaginemos, el silencio también se divide en grupos para entenderlo y estudiarlo de una forma más precisa. Tengamos en cuenta, una vez más y como decíamos antes, que este es otro de los pilares fundamentales de la acústica.
El punto de referencia que se toma para clasificar a un silencio determinado es la intención con la cual se genera.
De esta manera surgen dos silencios: el objetivo y el subjetivo.
El silencio objetivo es la ausencia de sonido, sin más connotaciones.
El silencio subjetivo es aquel que se utiliza con la intención de transmitir un mensaje determinado.
Vamos a explayarnos un poco sobre el silencio subjetivo.
Tomemos como punto de partida que la cultura de una persona es el conjunto de todas las formas, los modelos o los patrones, explícitos o implícitos, a través de los cuales una sociedad o individuo regula o evalúa el comportamiento de las personas que la conforman o bien sus propias acciones.
Dado que dos personas nunca pueden tener la misma cultura, dado que no pueden ocupar el mismo tiempo y espacio, la interpretación de ciertos fenómenos puede variar ampliamente de una persona a otra. En algunos casos, esta diferencia puede dar lugar a interpretaciones directamente opuestas.
Veamos un ejemplo práctico.
Un científico le explica una teoría que acaba de desarrollar a una audiencia. En un punto determinado, cuando el científico deja de hablar, se puede apreciar un silencio absoluto en la sala.
Juan, que estaba entre los oyentes, concluyó que todos se habían quedado mudos por lo interesante de la teoría.
Pepe, por su parte, pensó que nadie hablaba porque ninguno de los presentes podían comprender lo que el científico explicaba.
Ante una misma situación, 2 opiniones totalmente distintas pueden ser generadas.
Este ejemplo nos sirve para compender que el hecho de que no haya sonido no significa la ausencia de comunicación.
En el caso de la deducción del mensaje que se intenta transmitir mediante la utilización de un silencio subjetivo, la misma está sujeta directamente a la cultura que posee cada persona, por lo que podremos afirmar que la interpretación del mensaje que se quiere transmitir mediante el uso de un silencio subjetivo es totalmente relativa al oyente que lo perciba y, por consecuencia, a la cultura del mismo. Entonces, como la cultura de 2 personas nunca puede ser la misma, podremos concluir que ante el uso del silencio subjetivo nunca se podrán encontrar 2 interpretaciones totalmente iguales acerca del mensaje que se quiere transmitir.
Este es uno de los usos más interesantes del mismo, pues ante un mismo fenómeno 2 intérpretes pueden llegar a conclusiones totalmente distintas.
Ejemplos de la aplicación del silencio subjetivo se encuentran en películas, obras de teatro, novelas, y demás.
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